sábado, 12 de abril de 2008

Para siempre tuya

Pensé que me engañabas con el astrónomo: estaba esa frase y estaba también una de esas cosas que escribe la gente para hacerla imaginar a una la cara del otro cuando no se lo puede ver, una cara de risa en este caso. Pero era una cara de risa que me dejó pensando, no sólo por el hecho de, quizás, llegar a engañar, sino por el hecho de que se le pasara a él por la mente que yo alguna vez lo engañaría: como si, implícitamente, en esa frase estuviera la esperanza de que yo le perteneciera a él, como si en esa frase estuviera el reconocimiento de esos ojos hambrientos que me ponía encima a veces. La última vez que me miró así lo hizo a hurtadillas, en esos dos segundos en que desvió la atención del tipo a quien estaba atendiendo y me miró con esos ojos que parecían estar constantemente al sol, y por dentro me asusté un poco, pero lo más que me pasó es que se me vino otra vez a la mente ese primer o segundo sábado de otoño en que lo único que quería era que se terminara de lanzar encima de mí y que quitara la mano de mi cintura para que me explorara por todas partes. Entonces yo todavía pensaba que tendríamos otras oportunidades, y en honor a esas oportunidades y a la maravillosa sensación, descubierta esa tarde de otoño, de que nunca jamás habría otro que me provocara las mismas cosas, al menos mientras supiera yo que esa mirada de hambre que le descubría a veces era sólo mía, exclusivamente mía, le susurré mentalmente que no, que jamás. Y entonces me sentía hermosa y querida, pero además me sentía tan orgullosa que, entre risas, le contesté el mensaje de texto diciendo que qué se creía, que nosotros no teníamos nada. Y nunca tuvimos nada: eso lo aprendí menos de una semana después.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

y a mi se me viene a la mente el recuerdo de la llamada telefónica. yo estaba en la casa de mi papá en medio de un sinnúmero de problemas con mi vieja y bueno, es impresionante como cambian las cosas de un día para otro: tú lograste ver que él era una mierda y yo mantengo desde hace unos días una relación cordial con mi mamá. pero lejos lo más importante fue lo que te dejó más allá del mal momento, es decir, las manos en la cintura, porque puta que es rico sentirse tan mujer.

Isabel (IV) dijo...

Me parece que es genial que articules, finalmente, la historia en ese momento de la llamada (LA!),porque a veces las relaciones existen para esos segundos de vacío en los cuales se transforma algo más que los cariños que se sienten...
A mí me bastó un nombre, y a ti un mensaje de texto. Quizás ese nombre me marcó depor vida y, en la exageración, decidí hacer algo por mí misma: ciertamente tu estás mucho mejor parada que yo en esta vida.

Pero qué cosa más terrible!

Le agregaría el tag LOBBY, amiga, pero ese sólo para tu fuero interno de risa nerviosa contenida.

Miss Rydia dijo...

Lo malo con el asunto de la risa nerviosa es que por ahí se me arranca de la contención y no la puedo parar más. Pero sí: puta que es rico sentirse tan mujer.