Mi única ambición es llegar a escribir un día, más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer. (...) Pues entiendo que una mujer no puede aliviarse de sus sentimientos y pensamientos en un estilo masculino, del mismo modo que no puede hablar con voz de hombre.
Victoria Ocampo
martes, 22 de abril de 2008
Fragmentos para dominar el (un) deseo
Éramos
dos personas que desgarrábamos con la mirada
y las bocas
nos ardían como tazas de té en verano
esperando,
sin nada que pudiéramos hacer.
La noche estaba quieta
y en ella
las heridas de un hombre son la mirada de otro
invisibles todos
en la capacidad destripadora y caritativa
que tiene la oscuridad entre nosotros.
I.
Respirar muy hondo.
Aspirar con fuerza, profundo,
como si el aire lo inflara a uno como un bombín.
Como si con aire
se quitara la presión del esófago
y los calambres.
Como convirtiendo a tus intestinos
en espadas de globo
hechas por payasos invisibles.
IV.
Dibujar un círculo
sobre una hoja de papel
una, diez,
treinta y tres veces hasta rajar dicho papel.
Hasta hacer un hoyo
que atraviese todo el papel del cuaderno en el que anotas.
Hasta rasguñar con la punta del lápiz
la mesa en donde escribes.
Roer, desgarrar,
desarmar: destruir.
Sólo entonces
oír con detención el ruido que araña a la madera
y abraza a los oídos por dentro.
VII.
Meter la cabeza
a un balde de agua o,
en su defecto,
y únicamente si no tuviera esto a mano,
en una cassatta de helado de piña
San Francisco
de 5.5 litros, es decir
5500 centímetros cúbicos.
Ir así, en el estado
entre la excitación y la muerte inminente,
a dormir bajo un árbol tropical.
(esperar)
Cantar el Amor tucán.
Divertirse en el espacio donde está esa sombra
que constantemente se hace más sombra.
IX.
The Very Large Telescope o
Telescopio muy grande, VLT,
se encuentra en el Observatorio Paranal.
Consiste en un sistema
de cuatro telescopios ópticos
separados,
y cada uno de estos cuatro instrumentos principales
es un telescopio reflector
con un espejo de 8,2 metros.
El proyecto VLT
forma parte del European Southern Observatory,
ESO,
la mayor organización astronómica
de Europa.
Leer eso,
sobre eso,
repetidas veces durante el día.
Extiéndase sobre el piso y lea,
primero de espaldas,
luego de guatita,
de espaldas una vez más
y así sucesivamente.
domingo, 20 de abril de 2008
Eso de no saber
Lo que pasó es que yo me salté una etapa. Me salté esa etapa de transición en que apenas rozarle los labios a un chico era suficiente para dejarla a una sonriendo todo el día. Me salté la etapa en que besar era tan importante que con eso solamente ya se podía decir que existía una relación entre tú y ese otro. Cuando por fin ocurrió fue en un living demasiado iluminado para mi gusto, con un tipo de veinticuatro que se debatía entre tocarme por todas partes y dejarme a mí ser la que acercara finalmente mis labios a los suyos. Fue difícil, especialmente por eso de ser tan terriblemente ingenua, tan vieja y jamás besada, especialmente por estar en los brazos de uno que levanta miradas por todas partes y que tenía vestigios por todas partes de una tremenda, espantosa experiencia. Como cuando me dijo que la niña más joven con la que había andado era apenas un poco más vieja que yo. Fue difícil, pero en algún momento se pasó el miedo: y fue sólo entonces en que me salté la etapa, porque lo de jugar al cíclope fue de inmediato aprender a usar la lengua como no me hubiera imaginado nunca, porque fue inmediatamente arquear la espalda para besarlo sentada, él de rodillas, para besarlo sobre sus piernas, bajo él en un sillón, sobre él y tratando de que no rozara con sus dedos aquel que yo sabía que era mi punto débil, dejando de besarlo por un momento cuando me abrazaba tan fuerte mientras estábamos enredados sobre esa cama, y por todas partes se me escapaba eso que yo llamaba inocencia y también aquello otro de ser correcta y mesurada. Fue, en cierto modo, perder irremediablemente el control.
La última ingenuidad que me arrancaron fue aquella de besar con grandes sentimientos, un poco a la fuerza cuando un par de días después de esa madrugada él me dijo que no quería nada más, definitivamente arrancada cuando, un año y cinco meses después, se apoderaron de mí unos deseos espantosos de tocar y besar y saborear sin más, simplemente por el placer de hacerlo. Y a veces me acuerdo de ese que me hizo saltarme etapas, por la simple razón de querer averiguar si ahora que estamos los dos más grandes sería tan capaz de aguantarme a mí que lo detuviera justo cuando empezábamos a movernos más lento, más profundo, todo porque tenía yo aún algo de miedo. Me baja la curiosidad de saber si alguna vez volverá a apretarme tan fuerte que me den escalofríos por todas partes, porque eran esos abrazos los que me convencían de dejarlo hacer, de no parar. Pero el miedo entonces fue más fuerte. Ahora ya no estoy más segura. Me quedo con el sentimiento delicioso de sentirme tan mujer, una vez más, y con las palabras de una entrañable amiga que, a la mañana siguiente, me dijo: "cuando hacen eso es porque están enfermos de calientes".
viernes, 18 de abril de 2008
El Español
yo al español lo conocí en la puerta de alcalá. bueno, en verdad lo conocí a través de ventanitas naranjas una vez, pero eso es lo de menos, porque pude verlo y tocarlo y decirle holacómoestái en frente de la puerta, no antes, y por computador no hay más que flujos sin fundamentos. luego de habernos hablado y jurado por correo amor eterno, mi mamá decidió llevarme a madrid el año antepasado. se suponía que yo no iba a ir porque no teníamos cómo pagarlo, pero de pronto se vino a mi cabeza el dinero que mi abuela me había depositado desde que nací para la universidad o para cualquier cosa que necesitara en mi vida y con eso viajé en junio del 2006. sé que mi abuela me entendió porque era, a esas alturas, una necesidad para mi concretar las llamadas telefónicas internacionales. tuve el peor vuelo de la vida, por no decir menos. es que siempre he tenido problemas en los oídos y me duele tanto el aterrizaje. siento como si fuese a estallarme algo por dentro o a florecerme el tímpano izquierdo. en fin, cuando llegué a barajas llamé al español y le dije "español, ya estoy en madrid" y sentí cómo sonreía del otro lado del teléfono (siento que podía percibir su comisura derecha golpeando contra el auricular) y me dijo con ese tono que solo puede tener un español: "venga, qué alegría tenerte tan cerca!". después de varios días de recorrer la ciudad con mi mamá, de ir a toledo y al escorial, por fin el español me llamó al hotel para decirme que tenía tiempo pues había terminado todos sus exámenes. genial, pensé. por fin me lo voy a poder comer. sí, es que olvidé mencionar una característica importante: qué español más guapo. metro ochenta y siete, ojos azules, rubio, sonrisa pep, voz ORGÁSMICA. con esto último se volvía profundamente comible. sin embargo, cuando nos juntamos en la puerta de alcalá, el primer pensamiento que se me vino a la cabeza no fue precisamente un "bien, por fin perderé mi virginidad", sino más bien un “que me van a salir lindos los críos!”. bueno, como es de esperar, mi mamá me fue a dejar al punto de encuentro (que no se les olvide que soy una niña!), por lo que claramente el español no me agarró ahí mismo y fue sumamente cortés y como el resto de los españoles. mi mamá lo amó y eso que es bien difícil que mi mamá ame a alguien. me explico, mi mamá no puede ver a Él. Él no puede entrar a la casa, considera que es una mala influencia para mi y que solo me quiere para cosas de grandes. pero ya, Él en esta historia no tiene mucho que decir, pues estaba contando mi primer encuentro con el español y Él todavía no existía cuando esto sucedió. mi mamá lo saludó y se fue. entonces el español me abrazó y me dijo que quería que lo acompañara a comprarse un bañador y que después podíamos ir al parque del retiro. fuimos al corté inglés y compramos lo que necesitaba; salimos de ahí y, al atravesar la calle, paf, me tomó la mano y no me la soltó más. yo creo que en ese momento me hice agua como amelie cuando nino le pregunta si conoce a la niña de la foto, que era ella misma. caminamos y tomamos el metro. nos bajamos en retiro y llegamos al parque. estuvimos mucho rato dando vueltas, me compró un globo enorme, nos tiramos al pastito y me dio un beso en la mejilla (y que me parta un rayo si fue en otro lado; cuál es el afán de los besos a medias?). me mostró donde quedaba su casa y luego me fue a dejar al hotel. en la puerta me dijo que todo había sido increíble y por fin me dio un beso. estuvimos por lo menos una media hora en la puerta, yo creo. se notaba que nunca había dado un beso, pero aprendió en dos segundos y yo me sentía tan espectacularmente seca por estarle enseñando a un español tan ORGÁSMICO cómo jugar al cíclope. al otro día me llamó y me dijo que el de ese día había sido su primer beso y que le había encantado. luego salimos, fuimos a bailar y el resto lo hizo madrid. me fui a sevilla por un par de días y, cuando volví, me fue a buscar al hotel. volvimos a lo de las lenguas. a los días después me invitó por fin a conocer su casa por dentro (y vaya qué adentro!) y bueno, claramente no hubo tiempo para conversar mucho: cuando abrió la puerta de su departamento, puso su mano entre mi cuello y mandíbula, el pulgar y el índice estaban ahora separados por la oreja, a su sillón luego y a su pieza después. no sé bien cómo llegamos a su pieza (bueno, en verdad sí sé cómo, pero me gusta contarlo de esa forma); solo recuerdo que mientras caminábamos medio desorbitados y con las manos por no sé dónde, mi vestido quedaba en el pasillo, los pantalones del español en la puerta, su cinturón entremedio de las sábanas. sí, estábamos en ropa interior y luego no y él jamás en su vida había visto un par de esas aparte de las de su mamá al nacer. debo reconocer que yo tampoco había visto mucho, pero me las di de que sí sabía. creo que hace tiempo no veía tantos cíclopes juntos, nos mordimos más de la cuenta (y dolía a veces) y yo creo que si había 30 grados afuera era agradable, porque dentro de esa cama no había menos de 40. nos movíamos de aquí para allá, de arriba hacia abajo, que sí, que no, que vamos, que NO TENGO CONDÓN. hasta ahí llegó toda mi fantasía sexual. me vestí y a los días me vine a bailar cueca. con el español no hablamos casi por un año y yo pensé que me iba a morir, porque parecía que me había enamorado un poco. bueno, no sé si enamorado, pero me daba rabia la no concretación. un día me escribió un meil pidiéndome perdón por no hablarme y contándome que se había alejado porque se había enamorado de mi, entonces le dolía que yo estuviera tan lejos. igual lo entendí, a veces los hombres son más aterrizados que nosotras. le respondí y así fue como volvimos a conversar y, a exactamente tres meses de mi próximo viaje a europa, puedo confesar que voy a madrid y que el español me juró que esta vez sí pasaríamos a “mejor vida”.
sábado, 12 de abril de 2008
Para siempre tuya
viernes, 11 de abril de 2008
Lo que está quedando
Falso Él
jueves, 10 de abril de 2008
Llamadas telefónicas
Cuando hace tanto tiempo M me dijo sobre eso yo no le entendí palabra. Eso se llama despecho, dijo, y te voy a cuidar de él. Cuando cortamos M y yo, de mutuo acuerdo y a través de una llamada telefónica, pensé que el momento en que dijo eso había sido el único en el cual fuimos realmente felices. Llamadas telefónicas sucedieron a esa en varias ocasiones, amistosas, y el despecho de esa pequeña relación se transformó en un luto que se extendió por años. No fue, como hubiera pensado, una sola sensación extremadamente desagradable. Hasta hoy me maravillo de no sentir nada tras esa larga sucesión de emociones opuestas, relativas, superpuestas, distintas todas. Incestuosas, nacidas unas de otras. Incontenibles. A diferencia de esa vez con M, la sensación manifiesta ahora, tanto tiempo más tarde, es sólo de rabia, y el luto se ha convertido en reiterados simulacros de asesinato ante la imposibilidad de enviudar de verdad. Los motivos son diferentes, igual que el personaje y su corte, pero ahí están esas palabras incomprensibles otra vez. Deseos de estrangular el aire constantes, espasmódicos. Recuerdos que se vuelven barrocos, grotescos, absurdos por completo. Cosas dichas y entendidas después, traducidas en felicidades pasadas. La sensación, entonces, se me hace absurda como la sangre que se junta debajo de algunas costras y termina por convertirse en una piedra bajo la cicatriz. Duele, y no precisamente por ser una sensación a flor de piel, sino que por convertirse en un conjunto de ideas que retornan, se acumulan y hacen daño. En mucho tiempo no hubo noche en que no levantara el auricular del teléfono esperando, con tripas y cabeza, que la voz de M al otro lado de la línea intentara explicarme qué había pasado entre una llamada y otra. Podría decirse que, al no necesitar más explicaciones sobre el tema, lo único que persiste entre nosotros es un miedo extraño y el silencio de una punta de la ciudad a la otra.
miércoles, 9 de abril de 2008
Time again, you're too late
Me acordé de una conversación que había tenido una semana antes con una amiga, que me comentó que cada vez que uno de sus amigos le mordía un hombro entre juegos a ella le daba un escalofrío, y no fue hasta mucho tiempo después que notó, cuando una vez su novio hizo lo mismo, que eso la calentaba.
Por un momento pensé en dejarlo hacer. Después habría llegado a casa con una mancha delatora que me habría obligado a andar con pañuelos toda la semana como una estúpida (pero una estúpida satisfecha). Ahí me atacó el sentido común: la decisión era entre seguir el instinto y asumir la consecuencia o mantenerme igual de digna que antes, pero con el descubrimiento de esas nuevas ganas. Le dije que no lo hiciera. No me hizo caso hasta que pasado un rato comenzó a reírse y se dio cuenta de que se estaba entusiasmando sin base alguna. Terminamos conversando medio abrazados, yo sentada en una de sus piernas.
Tengo ganas de que me muerdan el cuello. Pero no cualquiera, no sé. No él. Después eso complica las cosas: ¿por qué es que las chicas decentes como yo tienen esa regla muda de no agarrarse a los amigos? A veces me gustaría ser más desenfadada. Quizás si saliera a bailar podría conseguirme a un incauto cualquiera para que me besara todo el camino del cuello; entonces me bajaría un ataque de risa y lo detendría ahí para que no acercara nunca su boca a mi boca, en un intento frustrado de tener la decencia que tenía la mujer bonita cuando atendía a sus clientes. Sólo que esta vez sería yo la clienta de un servicio que se entrega a cambio de nada más que unos movimientos que nunca aprendí y que me nego a aprender.
No quiero bailar. Por ahora me contento con que me muerdan el cuello.
Para cantar canciones de amor
Acá nos vengamos de todos.
Manden sugerencias para el nombre del blog. Si es necesario de ahí cambiamos la dirección y todo. Las quiero, ricas.