
la verdad es que me cuesta un poco empezar, porque es un tanto complicado para mi hablar desde la realidad y no caer en la tentación de lo ficcional y en las tribulaciones del espacio-tiempo. no sé si empezar desde el principio, el final o hablar ab eternum, pero tal vez sería bueno decir que cuando Él llegó no era precisamente el momento en que debía hacerlo. sí, llegó como esas cosas imprevistas que más que traerte alegrías generan confusiones. la verdad es que Él siempre estuvo, solo que yo no lo veía tanto. solo escuchaba sus comentarios que venían desde el fondo y claro, los comentarios entre los pasillos sobre su dudosa sexualidad. a veces sentía que Él era como de esas viejas aristócratas con las que podías hablar del dolor de cabeza, de los secretos para conservarte bien hasta los ochenta, de la última colección de zapatos traídos directamente de madrid, pero también lo creía un olor que se me inscribía entre cuello y vientre. ya no sé bien cómo pasó todo, pero después de haberme declarado en una cafetería sin esperanzas que cocinaba derrotas y falsedades, llegaron las vacaciones y entonces todo. no vi nada de eso ni a Él en un mes. no tuve contacto con lo de la cafetería en julio. Él aparecía cada noche en una ventanita de color naranjo. ya ni me acuerdo cómo es que me conseguí el meil y ese dato es más bien poco relevante, porque lo que verdaderamente importa es que desde agosto las cosas dieron una vuelta de tuerca drástica y ya los recuerdos de cafeterías habían vuelto renovados. no sé si me explico, pero tal vez no necesite explicarse tanto, es cosa de verme. pero no quiero hablar del presente, mejor sigamos en el pasado, que aún queda. con Él había un vínculo extraño; no nos vimos durante las lluvias, pero qué perfecto era Él para compartirla. es que no sé si lo mencioné antes, pero en ese entonces Él tenía pinta de franchute, pero con cariño. sí, todavía la tiene, pero ya no quiero llamarlo franchute, sino más bien atribuirle el nombre que llevaría la milésima parte de una masa letrada que pulula entre los pilares con abrigos largos y boinas lujuriosas (también con cariño). entonces es imposible no imaginarte cara a cara con las paredes, pensar en poner tus labios en un botón cualquiera y sacarlo con los dientes hasta llegar. para qué explicitar a dónde, dejémoslo en solo llegar. me estoy desviando del tema, pero es que no quiero cabos sueltos como en los textos de lotman. hablaba de que ahora había un vínculo y de pronto los botones de plástico se volvieron de colores y suaves y ya no hacía tanto frío, ya los botones de mi blusa se iban soltando un poco. y cuando digo esto es porque de un momento a otro las cafeterías no funcionaban como antes y, sin embargo, había algo que se me estaba desbordando en el pecho, por eso lo de los botones. yo le atribuyo esto a Él y no es que se haya encargado directamente de los botones. Él es muy creyente. Él no es capaz de desatar ni sus zapatos ni sus temores. tampoco sus deseos, pero esto lo descubrí después. en el fondo, lo que quiero decir es que ahora tenía mi corazón dividido entre dos personas. Él no hizo nada (a eso iba con lo de los deseos) y las cafeterías se aproximaron más rápida que lentamente. creo que ni siquiera alcancé a pensar y eso que me da miedo ser impulsiva, porque siempre estoy detrás del error, del error persona, del error acción. a pesar de esto fui al cine, hubo besos y revolcones hasta las cinco de la mañana y bueno, ahora el escenario era un poco diferente. llegué de la mano pero no de Él, y la mano y Él se llevan mal. asuntos clausulares, dicen, pero no quiero más que solo mencionarlos. es por eso que me prohibieron, en parte, hablar con Él. en su momento no lo entendía, pero la gente se ha encargado de demostrarme que quien prohibe tenía la razón: no puedes ser amigo de alguien que le hace daño a quien tú quieres. el problema se desató después: cual sabias enseñanzas del arcipreste, en la prohibición está el engaño y Él hizo un concierto y yo fui. luego tuve tiempo libre y Él me invitó a su casa y fui. Él estaba solo. Él estaba saliendo de la ducha y yo sentía que se me escapaba la infidelidad entre las piernas. fuimos al computador y Él cantaba un par de canciones extrañas que nunca entendí. subimos a su pieza, pero luego bajamos como por culpabilidad sin hablar del motivo de culpabilidad, pero se entiende que lo sabíamos ambos. Él y yo nos sentamos en el sillón y mi pelo entre sus dedos de pronto. llamaron a Él a la casa y a mí al celular al mismo tiempo y me asusté porque era quien no quería que me llamara. no porque no lo quisiera, pero la situación me hacía titubear. cuando Él colgó vino el encuentro; el pasillo se hacía más largo hacia los lados y entre nosotros ya no había aire. pasó sus manos por mi cintura y me mantuvo ahí, inmóvil y creí que se detenía el tiempo. nos abrazamos, nada de besos. pero claro que ese abrazo era un beso, solo que sin bocas ni lenguas de por medio. eso habría sido hasta grotesco en un momento tan noble. un par de besos en las comisuras tal vez, pero no nos atrevíamos a tanto y fue mejor. después de eso no volví a ver a Él hasta después de un tiempo. entonces fuimos un día a un parque y leímos el corintios. me sentía tan segura de querer tomar una decisión que estaba asustada. ya se hizo presente la impulsividad. luego llegó la rutina, las salidas a las siete y lo que todo eso implica. ya no está la pegoticidad del verano y qué bueno, a lo mejor ahora las cosas se verían más claras. todo seguía muy extraño hasta que fue su cumpleaños y yo le escribí con un principito. se lo regalé, más bien. nos dijimos cosas lindas, semanas después nos revelamos axiomas en latín y todo seguía su curso hasta Ayer. digamos que Ayer tiene una connotación especial en esta historia. hace unos días había leído un poema de borges que hablaba de que dios quería quedarse entre los hombres y pensé en Él y se lo escribí en un papel morado con mi mejor letra. se lo entregué. Él se puso contento, pero no hablamos más de eso. al día siguiente le pregunto por lo del poema y me dijo que no le había gustado porque se burlaba de cristo. si fuese cierto yo no le habría dado a Él una cosa como esa. le pedí que me lo devolviera porque no había cumplido su objetivo. se negó. le rogué de nuevo y me dijo que el papel y la letra eran lindos y en ese momento comprendí que estaba parada frente a un niño, más bien a un computador que me conectaba con otro computador que tenía detrás a un niño, que ese Él ya no era sino un él que no veía más que lo superficial. entonces el mismo principito que le regalé se hizo más presente que nunca y le dije que lo esencial era invisible para los ojos, pues más importante que el papel y el árbol cortado era el momento mismo en el que yo había leído a borges y había pensado en su sonrisa. hoy, a las once cuarenta y cinco de la noche, soy capaz por fin de emitir un juicio ante esta duda que me persiguió durante muchos meses: hubo una exaltación de un Él que nunca existió, un proyecto barragano absurdo. entonces hoy, a minutos de que ocurra algo importante (será pronto 12 de abril y es el día en que recuerdo la ida al cine), comprobé que el amor se pone a prueba solo, que el pasto del lado es más hermoso sin gozar de buen sabor, que ya nadie me llena tanto como ese Él que vi primero -y que siempre fue el verdadero- y que no podría mirar a nadie más porque lo descubrí en una ayudantía, porque sin él estaría muerta y punto.
4 comentarios:
En la prohibición está el saborcito agridulce de la aventura, del olvidarse del qué dirán, del misterio del otro (¿te acuerdas cuando en clases yo intentaba ignorar al astrónomo y estabas tú tratando de leer y entonces hablamos del misterio del otro? y yo anoté unas frases en el cuaderno, que son lo único que a veces rescato de esa clase: el otro). En la prohibición está todo eso que no se dice porque si se dijera la magia moriría un poco. Quizás muriera completamente cuando el latín fue la excusa para que salieran esas palabras. Ya sabes: Él nunca existió. Acaso sí existiera, pero ya no existe.
A veces somos tan parecidas. Ahora me sentiré forzada a arreglar cuentas con estas crónicas y la última crónica de mi amor de verano.
tienes razón con lo del latín, no lo había pensado. pareciera que se estaba muriendo de antes y no me había dado cuenta. es que yo creo que uno siempre se aferra a algo que explícitamente no es, pero que de todos modos ve así.
estas cosas son dolorosas, pero tanta tranquilidad que generan!
Es muy fácil dejarse llevar por esas idealizaciones que a veces construimos en nuestras mentes. Porque si lo piensas, Él venía un poco a sopesar los defectos del otro, a ser algo que nunca ha sido realmente. Más ahora, puedes disfrutar a ese otro verdadero al 100 y no al 80, no?
muy de acuerdo, porque creo que nadie merece, por más niño que sea, venir a llenar los vacíos de un otro y tal vez por eso todo esto tenía que pasar, para que aprenda que no puedes buscar funcionalidad en la gente y tienes que querer al 100% o simplemente no querer. no hay nada peor que un "estar" a medias.
gracias ^^
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